Dichosa el Alma que oye a Dios que le habla al corazón y escucha sus consoladoras palabras. Dichosos los oídos que oyen los murmullos de los mensajes divinos y no se detienen a darle importancia a los chismes del mundo. Verdadramente alegres los oidos que no se dedican a recoger palabras vanas que vienen desde afuera sino los mensajes que llegan desde el interior de su espiritu.
Dichosos los que penetran en el interior de su espíritu y por medio de continuos ejercicios se esfuerzan para disponerse cada vez más para comprender los mensajes que vienen del cielo.